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Sociedad Política

Balance de dos años de desaciertos

30 Ago, 2025, 13:11 PM

Por Roberto Domingo, Alejandro Di Palma

La política económica implementada desde el 10 de diciembre de 2023 a nivel nacional significó un claro recrudecimiento de los males que provocan la crisis profunda que padece nuestro país y nuestra provincia, males heredados y que se expresan en la consolidación de los intereses financieros que actúan sin pausa en agravio del desarrollo de la actividades productivas e industriales, las pymes y el mercado interno.

 

Es así, que la situación financiera se encuentra absolutamente desquiciada, tanto a nivel nacional como provincial, producto de intentar alquimias repetidas que por efecto cascada repercuten a nivel local, y a esto debemos sumarle los errores no forzados a nivel provincial (como lo fue no re perfilar la deuda y desembolsar en la que va de la gestión 200 millones de dólares, recursos financieros indispensables, que hoy salen a mendigar en un mercado desconfiado y desinteresado), por cuanto las tasas de interés impuestas alcanzan niveles incompatibles con cualquier actividad productiva y/o comercial, tasas que serán aceptadas al solo efecto de mantener ficticiamente los ingresos provinciales en niveles aceptables. El uso del crédito entonces es una misión imposible.

 

La promesa electoral del presidente Milei y de los gobernadores que lo apoyan es INCUMPLIBLE con esta política económica, porque desde su sesgada visión, se identifica como única causa de nuestra crisis a la inflación, la cual a su vez no es ataca en sus causas u orígenes sino que se la reprime sin disfraces, resultando como consecuencia la declinación industrial, la desocupación y la disminución del consumo de los argentinos y entrerrianos.

No existe ningún tipo de discusión en la afirmación de que matando al paciente se termina la fiebre, pero la lógica nos dice que ese camino no tiene nada de sensato. El único éxito valedero es terminar con la fiebre curando el enfermo. ¿Es aceptable entonces que avalemos el primer intento? ¿Terminar con la inflación anulando el consumo?, ¿con el exterminio de la producción y el trabajo?

 

En cuanto a la situación provincial, no debemos dejarnos arrastrar otra vez por la ortodoxia. En una clara huida hacia adelante, se pretende acceder a empréstitos para cancelar gastos corrientes e inflexibles, deuda que NO se aplicará en la generación de bienes reproductivos que impliquen cancelarla más adelante con facilidad. Entre Ríos NO debe ni puede endeudarse para soportar más déficit. SI, debería hacerlo para manufacturar un plan que incluya infraestructura básica, tal que permita liberar las fuerzas productivas, SI debería hacerlo, con un programa de desarrollo. Esta última estrategia, SI es un plan orgánico contra la crisis, mientras que el objetivo solamente de equilibrio presupuestario es algo efímero, en tanto no se promueva activamente la creación de bienes de producción, que representan la única base sólida de creación de bienes de consumo. Nadie puede acceder a bienes y servicios que no se producen, que no existen

.

La alternativa entonces es un plan de inversión. Para esto hace falta un programa que atraiga, asegure y sostenga la canalización del ahorro entrerriano, y de empresas que se deben tentar e involucrar, PERO ESTO ES UN PROCESO INDUCIDO, para nada espontaneo. Entre Ríos debe:

6.1) Operar sobre la tarifa eléctrica, de manera de que esta sea realmente competitiva contra la tarifa de AMBA.

 

6.2) Modificar su sistema tributario definiéndolo sobre base económica y no solamente fiscal.

 

6.3) Ordenar su plan de inversiones sobre un esquema totalmente distinto (como ejemplo decimos que hace pocos días se anunciaron créditos para ovinos y caprinos en un avance hacia la economía medieval).

 

6.4) Aceptar el fracaso del RIGI y RINI y readecuarlo a la realidad provincial.

 

6.5) Restablecer la seguridad de la RENTA empresaria, a mediano y largo plazo que asegure la reinversión.

 

6.6) Despegarse de la política económica nacional, el monetarismo liberal y la ortodoxia, la cual no tiene ninguna posibilidad de éxito.

La resultante provincial

 

Es necesario analizar con detenimiento cuál fue el verdadero saldo provincial de este plan de gobierno que, lejos de generar progreso, se limitó a erosionar el poder adquisitivo de los trabajadores y los sectores productivos. Lo hizo a través del aumento de impuestos, del encarecimiento de la energía y de una política de actualización salarial que siempre corrió detrás de la inflación real, es decir que persiguió como único objetivo el superávit fiscal.

 

Frente a ese escenario, el oficialismo provincial, después de dos años de una deslucida gestión, no encontró otra salida que lanzarse, con desesperación, a forjar una alianza electoral. Una coalición forzada, no nacida de convicciones, sino del miedo a una derrota inevitable. Una sociedad artificial que, en lugar de mostrar fortaleza, terminó desnudando la magnitud de su crisis: un gobierno que tuvo que entregar casi todos los cargos electivos con altas chances de perderlos (la conducción política del oficialismo descontaba una derrota catastrófica, por eso acepto esta sociedad poco funcional).

 

No funcionó la vieja receta de cooptar supuestos dirigentes con cargos rentados en puestos de resonancia. Tampoco dio resultado la importación de funcionarios con títulos de experiencia que, en la práctica, poco aportaron. Y mucho menos rindió frutos la colonización de los medios, que tarde o temprano pasan de la defensa ciega a la crítica despiadada. Ninguna de esas maniobras logró disimular la falta de gestión.

 

Lo que vemos es un gobierno que se aferra desesperadamente a cualquier artilugio para sostener una mínima cuota de poder. Que juega a restar votos al adversario financiando aventuras peronistas alternativas. Un gobierno que, desde el primer día, confundió gestión con propaganda, acción con relato.

 

Porque lo que diferencia a un verdadero líder de un simple orador es la capacidad de transformar con hechos la vida de la gente. Se pueden ganar elecciones con palabras, pero los gobiernos se sostienen con gestión. Y cuando no hay gestión, la realidad se impone: el desempleo, el subdesarrollo y los problemas de fondo no se resuelven con discursos ni con campañas mediáticas, sino con políticas concretas y efectivas.

 

Hoy, aquel votante que en su momento confió en la promesa de un cambio profundo, se enfrenta a la evidencia de los resultados. Y la pregunta ya no es qué se dijo, sino qué se hizo.

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